La selección musical del DJ: entre lo clandestino, lo popular, lo local y lo extranjero

La selección musical es el corazón de la propuesta de un DJ: define su identidad y genera experiencias únicas en la pista. ¿Qué papel juega lo popular frente a lo underground? ¿Hasta qué punto influye el contexto, la cultura y el momento histórico en nuestras decisiones musicales?...

Jesús León y ChatGPT

4/17/20255 min read

La selección musical es lo que define quién eres como DJ. Es la forma más directa de expresar qué te mueve, qué te emociona y qué tipo de viaje quieres compartir con los demás. La técnica, por supuesto, también es importante: una buena transición, el uso creativo de efectos o una mezcla armónica bien lograda pueden realzar tu estilo. Pero lo que realmente transforma un set en una experiencia es la selección. A través de ella puedes generar energía, vibraciones, atmósferas, emociones y recuerdos. Puedes construir un mood o romperlo, encender la pista o invitar a la contemplación. Todo eso, sin decir una sola palabra.

La selección, además, es el reflejo directo de nuestra cultura musical. Cuanto más escuchamos, investigamos, vivimos y absorbemos, más compleja y específica se vuelve nuestra propuesta. Compleja en términos de composición, de estructura rítmica, de capas y texturas. Específica en cuanto a estilos, géneros, sonidos, momentos. Así, nuestras colecciones pueden tener más o menos música popular, más o menos música difícil de encontrar, más o menos riesgo. Y eso está bien: cada DJ construye desde su contexto, pero lo importante es ser consciente de lo que se está poniendo y por qué.

Esa consciencia nos lleva, inevitablemente, a una reflexión: ¿cómo decidimos qué música vale la pena tocar? ¿Qué lugar le damos a la música popular o más comercial dentro de nuestras colecciones y sets?

He escuchado muchas veces que un DJ no debe tocar lo que todo el mundo toca, especialmente si está en el top ten de Beatport. Incluso el promotor más grande de México ha dicho abiertamente que no considera sets que incluyan canciones del top ten. Entiendo el argumento: si todos están tocando lo mismo, entonces nadie está diciendo nada. Pero también me hace preguntarme si estamos juzgando a las canciones por su contexto de consumo, y no por su capacidad de resonar con una propuesta artística específica. ¿Una canción pierde su valor creativo solo por haber llegado a muchas personas?

Si lo vemos desde la perspectiva de un productor, el objetivo no es permanecer underground por siempre, sino llegar cada vez a más oídos. Entonces, ¿ser popular es el problema, o es el camino fácil hacia la popularidad lo que incomoda?

Vivimos en una época en la que los remixes y mashups dominan la pista. Y no cualquier remix: hablamos de la sobreexplotación de samples, de música de los 80, de clásicos del dance, de rock o de hits urbanos actuales. Es cada vez más común escuchar una base de house o techno acompañada por la voz original de Gloria Gaynor o incluso de proyectos jóvenes como Tame Impala, manteniendo casi toda la estructura original de la canción sin una propuesta que recontextualice la melodía o la base rítmica. Y así nos encontramos con el edit del remix del remix del remix del remix de “Gimme! Gimme! Gimme! (A Man After Midnight)”. ¿Eso es innovación o simplemente una fórmula cómoda?

Cuando el DJ empieza a utilizar este tipo de recursos de forma sistemática, la línea entre la creatividad y la complacencia se vuelve difusa. El público, poco a poco, se acostumbra a una selección predecible y, a veces, ni siquiera distinguen si lo que están bailando es house, techno, pop o reggaetón reempaquetado. En ese entorno, ¿qué espacio tiene la autenticidad? ¿Qué lugar le damos a la sorpresa, a lo desconocido, a ese track que te sacude sin que puedas reconocerlo al instante?

También hay una dimensión generacional y contextual que no podemos ignorar. Tomemos por ejemplo el caso de “World, Hold On” de Bob Sinclar. Cuando salió, en 2006, era un track que sonaba en antros comerciales, mezclado con música “digerible”, mainstream. Hoy, casi dos décadas después, DJs más jóvenes la descubren como si fuera nueva, la incorporan en sus sets y funciona.
Entonces me pregunto, ¿cuándo una canción deja de estar “prohibida” por haber sido un hit, y se convierte en un clásico rescatable? ¿Cuál es la fecha de caducidad del prejuicio?

Pareciera que lo que importa no es si una canción fue popular, sino cuándo lo fue, y de cierto modo, dónde lo fue. Si está en el top ten actual, es visto como perezoso o básico; si estuvo en el top ten hace 20 años, puede usarse con aire de sofisticación o como guiño vintage. ¿No es este un doble estándar?

Un fenómeno que me llama la atención sucede en la selección de tracks que los grandes DJs internacionales usan en México. (SIN DECIR NOMBRES) En un intento por conectar con el público local, deciden poner canciones de los 90s, como “Vuela, Vuela” de Magneto. Estoy seguro de que hay muchos otros ejemplos. Para mí, este tipo de decisiones refleja una desconexión con el verdadero espíritu de la música electrónica, como si pensar que la audiencia mexicana, por el hecho de ser latina, necesita escuchar lo que se considera “popular” o “nostálgico”. Lo curioso es que algunos DJs mexicanos también caen en esta tentación, utilizando remixes o vocales de artistas que están en el ojo público, solo porque están de moda o activos en nuestro contexto. Hay una peligrosa tendencia de asociar nuestra cultura con estereotipos y con lo que se percibe como “fácil” o “comercial”, ignorando por completo la diversidad y la riqueza musical de la escena electrónica mexicana.

Para los verdaderos amantes de la electrónica, lo que buscamos es una experiencia de sorpresa, algo inesperado, algo que nos saque de lo conocido, no caer en la trampa de la nostalgia televisiva o el pop de hace décadas. En Latinoamérica, queda claro que el nivel de nuestra conversación musical ya es más alto —no sé si más alto que en Europa— pero definitivamente estamos a la altura. Desde lo local hasta lo global, tenemos talentos que pueden competir en los circuitos más exigentes de la electrónica (TOLUCA especificamente). Nuestra cultura musical es inmensa, y nuestra capacidad de crear también lo es, de una manera genuina y auténtica.

Por eso, más que caer en la crítica fácil, propongo que alimentemos nuestra cultura musical todos los días. Escuchemos sets de todo tipo de artistas, no solo de los grandes nombres. Exploremos los catálogos completos de las tiendas digitales, no solo lo que aparece en las listas destacadas. Intercambiemos tracks con colegas, hablemos de música, vayamos juntos a escuchar DJs, grabemos sesiones, mostremos lo que nos emociona. Y también, salgamos de nuestra burbuja: viajar, asistir a fiestas en otros contextos, conocer escenas distintas, todo eso nos permite escuchar desde otro lugar. Nos da nuevas ideas, nuevas referencias, nuevos caminos.

Si queremos construir una escena rica, variada, emocionante, la selección musical no puede ser una repetición de lo que ya funcionó. Tiene que ser una búsqueda constante. Porque ahí, en esa búsqueda, es donde realmente empezamos a decir algo propio.