El selector ecléctico: el ego detrás del caos sonoro.

El texto presenta una reflexión crítica sobre la figura del “selector ecléctico”, basada en la experiencia del autor al escuchar y convivir con personas que se identifican con esta etiqueta. Se cuestiona hasta qué punto lo ecléctico representa una propuesta sólida y cuándo se convierte en una excusa para la falta de técnica y sensibilidad musical.

Jesús León

4/23/20253 min read

"El selector ecléctico: el ego detrás del caos sonoro."
Jesús León y Chat GPT

En los últimos años ha crecido una figura que se presenta como una “alternativa fresca”, que piensa “fuera de la caja”: el selector ecléctico. Una especie de DJ que no se reconoce como tal, que no necesariamente mezcla ni respeta los géneros, pero que se autovalida por tener un “gran gusto musical”. Su herramienta principal no es la técnica ni el conocimiento profundo del sonido, sino su criterio. Un criterio que nadie comprueba pero que, según ellos, justifica todo: cortes abruptos, transiciones sucias, mezclas que ignoran toda coherencia rítmica o energética.

Y se justifica todo con el discurso del “ecléctico”, esa palabra tan de moda que sirve como excusa para cualquier cosa. Bajo esta etiqueta se disfraza la falta de coherencia, de técnica, de estructura. Cambios bruscos de género, mezclas mal hechas, decisiones sonoras que rompen el flujo... todo se justifica con la bandera de lo disruptivo. Y como si eso no fuera suficiente, se adornan de un aire de superioridad cultural: “mi selección es tan única, tan artística, que solo quienes tienen una sensibilidad especial pueden apreciarla”. Es decir, si no te gusta o no lo entiendes, el problema eres tú.

Lo curioso es que muchas de estas personas suelen venir de contextos más vinculados a las artes, a la academia, a la teoría. Se formaron en escuelas de arte o comunicación, y desde ahí trasladan una serie de discursos hacia la música que buscan legitimar su práctica con ideas tomadas del arte contemporáneo. Parecen aplicar el mismo principio que permite colgar un objeto fuera de contexto en una galería y llamarlo “obra”: sacar de su lugar una canción, un género, una estética, y decir que es arte por el simple hecho de que ellos decidieron ponerlo ahí.

Todo se vuelve una especie de justificación postmoderna, donde la mezcla es lo de menos y lo importante es el gesto: romper con la norma, desafiar las estructuras. El problema es que muchas veces no hay una ruptura real, sino un descuido disfrazado de rebeldía. La línea entre la provocación y la desidia se borra, y en lugar de una propuesta artística sólida, lo que encontramos es caos y confusión. Pero como todo puede ser arte —según ciertas vanguardias—, entonces todo se permite. Incluso hacer mal las cosas, mientras se argumente que es parte de una narrativa disruptiva.

En este panorama, los DJs que sí estudian los géneros, que respetan los procesos, que cuidan las transiciones, que se toman el tiempo para generar una línea musical coherente, quedan relegados o incluso criticados por no ser “tan libres”. Como si mezclar bien fuera algo anticuado, como si tener técnica le restara valor a la propuesta. El DJ que se esfuerza por conectar géneros de forma orgánica, por sorprender sin romper la pista, por mezclar con sensibilidad y control, parece menos interesante frente a quien salta de un track de noise a una cumbia y de ahí a un hit de hiphop sin ningún tipo de narrativa, más allá del impacto de “sus ideas”.

Esta romantización de lo ecléctico ha generado una confusión profunda sobre qué significa realmente tener una propuesta sonora. Ser ecléctico no significa ser desordenado. Pensar fuera de la caja no significa ignorar la caja por completo. La libertad artística no debería estar peleada con el respeto por la música, por sus códigos, por el público y por el espacio en el que se está trabajando. No se trata de encasillarse en un género, ni de seguir reglas rígidas. Hay momentos para romper reglas, claro, pero primero hay que conocerlas. Se trata de conocer, respetar y trascender desde la base. Para mi, lo ecléctico sin conocimiento es capricho. Lo ecléctico sin técnica es pereza. Y lo ecléctico sin sensibilidad es puro ego.